Excelencias,
Señoras y Señores,
Permítanme ofrecerles una cálida bienvenida a La Haya. Me siento extremadamente complacido porque en esta ocasión hayan elegido La Haya para celebrar su conferencia.
Como supongo que muchos de ustedes visitan La Haya por primera vez, quisiera decirles algo acerca del pasado y el presente de nuestra ciudad.
A diferencia de otras ciudades holandesas, La Haya no puede presumir de sus orígenes romanos. Sin embargo, fue aquí donde, según la leyenda, el Conde Guillermo II de Holanda, cabalgando por las dunas en el año 248, se encontró con un agradable lago en la confluencia de dos arroyos. Decidió construir un refugio de caza en ese lugar. Ese refugio se amplió más tarde hasta convertirse en un castillo. El castillo puede verse hoy convertido en la Sala de los Caballeros del Binnenhof, donde se reúne el Parlamento de los Países Bajos. El lago entre las dunas sigue ahí, con el nombre de lago Hofvijver.
En la conmoción de los conflictos religiosos y políticos de mediados de siglo XVI no solo se escribió una nueva página en la historia de los Países Bajos, sino también en las crónicas de La Haya. La ciudad se convirtió en el centro político de la República Holandesa y residencia de los Stadholders, los Príncipes de Orange. La llegada de diplomáticos y enviados extranjeros añadió un cierto encanto a lo que era una población marinera bastante rural, de la misma forma en que los siempre presentes funcionarios de la Corte dieron lugar a una clase de ciudadanos corteses, aunque ligeramente reservados y formales.
Señoras y Señores,
La neutralidad ha sido la política de nuestra nación a lo largo de la historia, una política dictada, sino por otro motivo, por un bien entendido interés comercial. Así pues, como consecuencia natural, La Haya raramente se ha visto envuelta en la vida alborotada de la política internacional. Esa neutralidad se convirtió en una ventaja decisiva para los Países Bajos y La Haya cuando el Zar Nicolás II eligió la ciudad como lugar donde celebrar la Primera Conferencia de Paz en 1899.
Esa decisión tuvo consecuencias transcendentales. La Conferencia de Paz puso a La Haya en el mapa mundial y fue el inicio de su actual posición como ciudad internacional de la paz y la justicia. Ocho años después se celebró, también en La Haya, una conferencia de seguimiento convocada por el Presiente de los Estados Unidos Theodore Roosevelt. Durante esa conferencia se iniciaron los trabajos de construcción del Palacio de la Paz.
El nuevo siglo no solo iba a ser testigo de dos guerras mundiales, incontables hostilidades de otro tipo y violaciones en gran escala, a veces monstruosas, de los derechos humanos. En parte como reacción ante esos acontecimientos, el siglo XX también contempló el desarrollo del derecho internacional. La Haya, hogar de un número cada vez mayor de organizaciones judiciales internacionales, se convirtió en la ciudad internacional de la paz, la justicia y la seguridad. En 1946 se estableció allí la Corte Internacional de Justicia, el más alto órgano judicial del mundo.
En los últimos 10 ó 15 años, La Haya ha avanzado rápidamente. Junto con el Gobierno de los Países Bajos, y especialmente el Ministerio de Relaciones Exteriores, la ciudad se ha convertido en anfitrión de varias nuevas, y en parte pioneras, instituciones internacionales como la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas, el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia, la Europol o la Corte Penal Internacional, por no mencionar más que algunas de ellas.
Les resultará evidente que la presencia de tantas instituciones jurídicas, en las que trabajan destacados abogados de todo el mundo, ha convertido a La Haya en un verdadero emporio internacional del conocimiento jurídico. Las autoridades locales son plenamente conscientes de ello y están más que dispuestas, evidentemente en cooperación con terceros, a ampliar y fortalecer esa red de conocimientos.
Señoras y señores,
La presencia de todas esas organizaciones internacionales reviste, por supuesto, gran importancia para la economía de La Haya, para la ciudad y para las personas que viven y trabajan en ella. En un estudio reciente se afirmaba que más de 15.000 residentes de La Haya tienen empleo gracias a las organizaciones internacionales establecidas en la región. Casi 3.500 personas trabajan en alguna de las organizaciones internacionales, mientras que más de 12.000 lo hacen en las empresas que les prestan servicios. Puedo asegurarles que esas estimaciones pecan, si acaso, de conservadoras.
Pero una ciudad no es solo un lugar donde trabajar, sino también un lugar donde vivir. Prestamos especial atención a cuestiones como la hospitalidad, la accesibilidad de la ciudad, la oferta de alojamiento, la educación internacional y todas las demás cosas que hacen atractiva la vida en una ciudad, como una rica vida cultural y unas amplias oportunidades para el ocio y el deporte.
Déjenme comenzar con la más importante de todas, la hospitalidad. Una ciudad internacional no la crean únicamente las instituciones que acoge, sino también la gente que trabaja en ellas. Esas personas también son residentes de La Haya, aunque a veces sólo de forma temporal. Creo, sin embargo, que es muy importante que ellos también se sientan como en casa.
Como ciudad internacional, La Haya tiene que satisfacer la demanda de educación en idiomas extranjeros. En la ciudad y sus alrededores hay escuelas internacionales como la americana, la británica, la francesa y la alemana, todas ellas con niveles de enseñanza primaria y secundaria. Las autoridades locales prestan gran atención a la educación internacional. Después de todo, los padres consideran que una buena educación para sus hijos, así como un alojamiento apropiado y una buena atención sanitaria son elementos esenciales. También lo son para nosotros.
Una ciudad internacional debe ofrecer a los expatriados algo más que un buen servicio, facilidades de acceso, barrios agradables y una buena educación internacional. Tiene que ser un lugar acogedor para todos sus habitantes. Lo que atrae a la gente a las ciudades es, entre otras cosas, la vida cultural. Las ciudades han sido tradicionalmente grandes centros culturales, y eso va también por La Haya.
Nuestra ciudad goza hoy de una rica vida cultural, con museos como el Mauritshuis, famoso en todo el mundo por sus Vermeers, Rembrandts y otros maestros holandeses, y el Gemeentemuseum, famoso por su colección Mondrian.
No obstante, en La Haya la vida cultural no se limita únicamente a la cultura europea. La ciudad se ha convertido en los últimos decenios en una auténtica ciudad multicultural. Una ciudad en la que pueden encontrarse templos de todas las principales religiones del mundo. Una ciudad en la que la cultura indostaní, por ejemplo, florece como en ningún otro lugar de Europa occidental. La Haya está orgullosa de su diversidad religiosa y cultural, cuyas raíces se nutren de una tradición de tolerancia que data de siglos en Holanda.
Señoras y señores,
Espero haber sabido exponerles algunos de los aspectos más destacados de La Haya, la ciudad que tiene el honor de acogerles estos días. Tal vez tengan tiempo para descubrirla por sí mismos. Puedo aconsejarles que den un paseo por el centro o por la playa. También pueden visitar el mercado, el mayor de Europa.
Ante todo, deseo de corazón que su reunión sea fructífera y que tengan una agradable estancia entre nosotros.
Muchas gracias.